La Asociación Española de Africanistas (AEA) y el Grupo de Investigación Tradhuc-Afriqana de la Universidad de Valladolid tienen el placer de invitaros a los actos de homenaje a Jos Martín, periodista, reportero de guerra, músico, experimentado viajero, excepcional escritor y fotógrafo de revistas especializadas en viajes, además de directivo de la Asociación Española de Africanistas. El lunes 31 de marzo de 2014, a las 19.00 se inaugurará la exposición retrospectiva «Jos Martín: África, el viaje y el tiempo» en el Colegio Mayor N.ª S.ª de África (C/. Ramiro de Maeztu, 8 - 28040 Madrid [cómo llegar])
A continuación participarán en el homenaje «Jos Martín. El as del periodismo de viajes» los siguientes intervinientes:
- José Ramón Guerrero. Director del Colegio Mayor N.ª S.ª de África
- Juan Manuel Riesgo, profesor del Instituto de Humanidades de la URJC y vicepresidente de la AEA
- Carlo A. Caranci. Traductor y Director de Publicaciones de la AEA
- Amelia Die. Directora de Berlín Teatro
- Luna Martin. Actriz
- José Ramón Trujillo. Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid
- Modera: Basilio Rodríguez Cañada. Presidente de la Asociación Española de Africanistas (AEA)
» Programa de la exposición
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El viaje y el tiempo
Desde que el hombre inventó el tiempo está lleno de sutiles añoranzas. Debió de coincidir, más o menos, con el cambio del concepto «nuestro» por el concepto «mío», o sea, cuando se detuvo y descubrió la empalizada para guardar sus pertenencias, la casa donde guardar la intimidad y la tierra propia que le aseguraba la subsistencia al margen de la manada. Un invento muy práctico y duradero. Antes, cuando no existían las horas ya nadie se le ocurría hablar del pasado o del futuro porque no había otro tiempo de verbo que el presente de indicativo, viajar era vivir; y detenerse, enfermar, dormir, morir un poco. Hoy el hombre se levanta después de permanecer ocho horas acostado y comienza su actividad frenética, se sienta ante el volante de su coche, vuelve a sentarse en su despacho, luego, ante su comida diaria, en un cine, en el bar, en un concierto, para al fin acostarse nuevamente. Si se junta con otro de su especie dice cortésmente: «siéntate, por favor». Es un animal sedente atrapado por el tiempo. Dicho de otra manera, el tiempo es el asiento del hombre.
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El viaje y el tiempo
Desde que el hombre inventó el tiempo está lleno de sutiles añoranzas. Debió de coincidir, más o menos, con el cambio del concepto «nuestro» por el concepto «mío», o sea, cuando se detuvo y descubrió la empalizada para guardar sus pertenencias, la casa donde guardar la intimidad y la tierra propia que le aseguraba la subsistencia al margen de la manada. Un invento muy práctico y duradero. Antes, cuando no existían las horas ya nadie se le ocurría hablar del pasado o del futuro porque no había otro tiempo de verbo que el presente de indicativo, viajar era vivir; y detenerse, enfermar, dormir, morir un poco. Hoy el hombre se levanta después de permanecer ocho horas acostado y comienza su actividad frenética, se sienta ante el volante de su coche, vuelve a sentarse en su despacho, luego, ante su comida diaria, en un cine, en el bar, en un concierto, para al fin acostarse nuevamente. Si se junta con otro de su especie dice cortésmente: «siéntate, por favor». Es un animal sedente atrapado por el tiempo. Dicho de otra manera, el tiempo es el asiento del hombre.
Entonces aparece la pregunta: ¿por qué viaja el ser humano?¿Por qué viajo yo? Tal vez sea por esa añoranza de lo no vivido,de lo no conocido o sentido. Aún hay quien piensa que vivires sinónimo de tiempo, cuando a todas luces no lo es, porque las agujas que lo marcan aparecen, desaparecen, se detienen ose mueven a velocidades distintas según cada momento. Ese instante fugaz de miedo o desazón que muchos sienten ante el viaje no es sino el desconcierto por la pérdida del tiempo vital propio y el cambio por otro que nada tiene que ver con su ritmo cotidiano. Dice Enric Bou (en su prólogo a las cartas de viaje de Pedro Salinas) que la tarjeta postal es el cordón umbilical que une al viajero con su entorno y lo devuelve a la seguridad de su espacio durante un segundo. Ahora lo es también el teléfono móvil.Yo viajo para sentir. Para sentirme, para abandonarme y combatir esa añoranza ancestral que arrastramos desde que el hombre mordió la manzana y se dio cuenta de que no esta ballena de muerte, ni de trabajo, ni de pudor ante el cuerpo des-nudo, sino de tiempo. De un tiempo variable y desleal que nadie puede controlar. La vida es un
zapping continuo en el que todos sabemos el final de casi todo y sólo varía la manera en que se llega a él. En cambio, cuando viajo no necesito pensar, y si pienso, lo hago de forma intemporal o con un tiempo tangible que se estira, se hincha, se retuerce y cambia la forma a su capricho. Entonces, mi reloj marca las doce y yo vivo las diez. Texto: Jos Martín
zapping continuo en el que todos sabemos el final de casi todo y sólo varía la manera en que se llega a él. En cambio, cuando viajo no necesito pensar, y si pienso, lo hago de forma intemporal o con un tiempo tangible que se estira, se hincha, se retuerce y cambia la forma a su capricho. Entonces, mi reloj marca las doce y yo vivo las diez. Texto: Jos Martín
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